Travis
El pequeño bichón maltés está
jugando con la pelota, pero se detiene cuando ellas salen al jardín, mueve la
cola y hace varios amagos de empezar a correr.
—Ya
sé lo que quieres —dice Marina cogiendo la pelota.
Travis
empieza a saltar a su alrededor hasta que se la lanza y sale disparado tras
ella. La coge entre sus dientes y sigue corriendo a gran velocidad alrededor
del jardín, esquivando los intentos de Marina por cogerle la pelota.
—Ya
le ha dado el siroco —dice Nuria riendo.
Travis
se detiene al oír la voz de Nuria, se le acerca y deja la pelota a sus pies.
—Que
pesadito es tu perrito, Marina.
—Anda,
tírasela. Si le hicieras más caso no insistiría tanto contigo.
Nuria
recoge y lanza la pelota y el perro sale corriendo tras ella, pero se detiene,
gruñendo, al llegar a la verja del jardín.
—¿Qué
pasa, Travis? —pregunta Marina.
—Hola.
—Se oye una voz al otro lado—. Imaginé que estarías aquí fuera, porque he
llamado por la puerta principal y no has abierto.
—Hola,
Jaume. Pasa —dice Marina abriendo la verja. Travis se le acerca, olfateándolo—.
Esta es mi amiga Nuria, también se apunta a la excursión.
—Oh,
mucho gusto —dice Jaume mientras intenta zafarse del perro, que se mueve entre
sus piernas.
Entran
en el piso y Travis se sienta en su camita, mirándolos.
—Espera
un momento aquí mientras subimos a buscar las mochilas —dice Marina.
—¿Este
es tu portátil? ¿Lo puedo usar? Es que tengo que mandar un correo urgente al
jefe, ya sabes cómo es…
—Sí,
claro —dice Marina tecleando—. Ya está desbloqueado.
Travis
mira primero a Jaume y después a Marina y Nuria, que suben las escaleras.
Finalmente se va tras ellas. Cuando entran en el dormitorio se tumba encima de
la cama.
—Baja
de ahí —dice Nuria haciéndole un gesto.
—Déjalo,
solo sube un ratito, bajará enseguida.
—Pues
esta noche se ha subido a dormir. Tú no te has dado cuenta, pero yo es que no
estoy acostumbrada.
—Tendría
celos. —Ríe Marina.
Travis
olfatea el aire, salta de la cama, corre escaleras abajo, y se tumba en su
camita mirando a Jaume. Este se gira y le guiña un ojo, mientras saca un pendrive
del portátil. Travis gruñe por lo bajo.
—No
sé por qué no te gusto. Solo soy un compañero de trabajo de tu ama.
El
bichón maltés sale de nuevo disparado hacia arriba y se para en el umbral de la
habitación, meneando la cola.
—Tienes
que decírselo, Marina. Le estás dando falsas expectativas.
—¿Y
qué le digo? ¿Que te acabas de mudar a mi casa? ¿Le explico también lo bien que
lo pasamos anoche?
—Vale,
vale, tú verás…
—Mira,
si se hace ilusiones es su problema. Es un pesado, y creo que su interés por mí
tiene que ver más con esta casa que conmigo: me debe ver como un buen partido. Pero
yo aún no pierdo la esperanza de que me renueven el contrato ahora que he
terminado el proyecto, y él tiene muy buena relación con el jefe. Así que,
interés por interés.
—A
lo mejor no deberías haber terminado ese revolucionario proyecto de energías
renovables.
—Es
que en realidad no está bien acabado. La parte del final, la buena, quiero
decir, la desarrollé solo para mí. Es mi as en la manga; si quieren dar por
terminado mi contrato, les explicaré que he pensado una forma increíble de
mejorarlo.
—¿Ya
estáis listas? —se oye la voz de Jaume desde abajo—. Mejor no salir muy tarde
que luego aprieta el calor.
Travis corretea entre los
tres mientras salen del pueblo. De vez en cuando se acerca a un árbol para
mear.
—Es
curioso. Siempre que lo sacas a pasear hace sus necesidades en los árboles
—comenta Nuria.
—Es
que es un perro muy listo, aprendió muy rápido, ya de pequeñito —dice Marina.
—Los
perros son tontos —la contradice Jaume—. Por eso aprenden rápido. Si fueran
listos se rebelarían. ¿Quieres que mee en el árbol? ¡Pues va a ser que no!
Marina
se para y mira fijamente a Jaume. Nuria interviene:
—A
ver chicos, calma, ¿por dónde subimos a Montserrat?
—Subiremos
por el Camí Vell y bajaremos
luego por Les Feixades —dice Marina.
Se detienen al cabo de
unas dos horas caminando por la fuerte subida, beben agua de las cantimploras y
Marina llena un pequeño cuenco plegable que deja en el suelo. Travis bebe
ávidamente.
—¿Cómo
es que te viniste a vivir aquí, a Collbató? —pregunta Jaume y Marina le da un ligero
codazo a Nuria.
—Mi
padre entró de enólogo en unas cavas de Sant Sadurní cuando yo era pequeña y
nos vinimos a vivir aquí, a solo veinte minutos en coche del trabajo.
—¿Y
tu madre? —pregunta Nuria.
—Mi
madre es maestra y consiguió plaza en un colegio público de Esparraguera. Pero cuando
murió papá volvió a Barcelona, donde tenía su plaza definitiva, para estar
cerca de mis tías, sus hermanas. Yo preferí continuar viviendo aquí, amo este
lugar.
—Y
te compraste un perrito para no estar sola —dice Nuria.
—En
realidad el cachorrito apareció un día en mi jardín. Supongo que alguien lo
abandonaría.
—Pobrecillo
—dice Nuria agachándose para acariciarlo.
—Mi
madre cree que es mi ángel de la guarda. Que por eso apareció cuando me quedé sola
viviendo aquí.
—¡Hombre!
Si fuera un pastor alemán aún, pero míralo, es más bien un perro inofensivo —dice
Jaume. Travis se acerca a un matorral, mea,
y después empieza a rascar el suelo hacia atrás con las patas—. ¡Eh, que me
estás llenando las botas de tierra! —exclama.
—¿Por
qué hace eso? —pregunta Nuria.
—Es
para extender su olor. Mean donde ya lo han hecho otros perros, para marcar su territorio.
Suena
un clinc y Travis adopta posición de alerta.
—Es
un mensaje del jefe —dice Jaume mirando el móvil—, pero no se me ha descargado
bien.
—Aquí
hay poca cobertura, más adelante mejora —dice Marina.
—Pues
si no os importa me adelanto un poco. ¿Es seguro el camino?
—Tranquilo
—contesta Marina—, hay algún tramo complicado, pero tú sigue a Travis que se lo
conoce de memoria.
—No
creo que venga conmigo, no le caigo bien.
—Ja,
ja, ja. No te preocupes que lo vas a tener a tu lado enseguida. Cuando salimos
a caminar en grupo y nos distanciamos unos de otros, no para de ir de adelante
a atrás, para asegurarse de que estamos todos bien. Es un perro muy leal.
Jaume
asiente acelerando el paso y Travis lo sigue de cerca. De vez en cuando se para
y al ver a lo lejos a Nuria y Marina continua detrás de Jaume. Al cabo de una
media hora lo pierde de vista tras unas rocas y sale disparado hasta
alcanzarle.
—Hola,
perro, veo que no hay manera de librarse de ti.
Travis
se sienta y gruñe por lo bajo. Jaume saca el móvil.
—Ya
puedo hablar… Espere, ha habido un golpe de suerte, ¡lo tengo!… Sí, lo he
copiado todo en un pendrive —dice sacando instintivamente el dispositivo
del bolsillo— … ¿Ahora?… Es que no estamos solos, ha venido también una amiga
suya… Vale, pero no se lo piense demasiado, aunque me he adelantado algo en el
camino, no tardaran en alcanzarme… ¿Un mensaje? Okey, pero que no sea muy
explícito, ya sabe, las cosas por escrito...
Travis
se adentra en un estrecho sendero siguiendo el rastro de unas huellas. Al cabo
de un rato se detiene y mira a Jaume.
—Eh,
chucho, ¿seguro que este es el camino? Menuda caída libre hay desde aquí. Vaya,
y gracias. ¡El sitio es perfecto!
El
perro agudiza los oídos y ladra.
—¡Jaume!
¡Travis! ¿Dónde estáis? —se oye a lo lejos la voz de Marina.
Al
oírla, el bichón maltés sale disparado pasando entre las piernas de Jaume, haciéndole
perder el equilibrio.
—¡Mierda!
—exclama este, soltando el pendrive y el móvil para sujetarse, colgado en
el borde del precipicio—. ¡Maldito perro! —Travis se para y se le acerca
ladrando y gruñendo—. Ve a buscarlas, ¡corre!
Travis
se gira y las ve aparecer a lo lejos. Ellas corren al verlos. El bichón maltés olisquea
un matorral que tiene al lado, mea, y después empieza a rascar el suelo.
—¡Para!
Me estás lanzando tierra en toda la cara —dice Jaume, soltándose de una mano
para protegerse, pero al hacerlo pierde apoyo y cae gritando al vacío.
—¡Dios
mío! —exclama Marina al llegar y asomarse por el borde—. Nadie puede sobrevivir
a una caída así —dice llorando, dejándose caer al suelo—. ¡Oh, Dios! ¿Por qué
te has metido por aquí, Travis?
Nuria
llega también jadeando y se sienta a su lado, abrazándola.
El
perro coge algo entre sus dientes y lo deja a los pies de Marina.
—Ahora
no, Travis… Pero…, si esto es un pendrive… ¡Y es mío! —dice Marina
cogiéndolo—. ¿Cómo ha llegado aquí?
—¡El
portátil! —exclama Nuria. En ese momento se oye un clinc. Nuria recoge el móvil
de Jaume del suelo—. Le ha llegado un mensaje —dice pasándoselo a Marina.
—Es
de nuestro jefe. El móvil está todavía desbloqueado… No entiendo nada.
—¿A
ver? —dice Nuria, cogiéndole el móvil—. Es un GIF del final de la película Thelma
y Louise.
—¿Y
eso qué significa? —dice Marina.
—Creo
que significa que tu perrito nos ha salvado la vida…, ¡a las dos! —dice Nuria,
mientras Travis le lame las lágrimas a Marina.