Un hombre mira un papel

 

Un hombre mira un papel

Relato publicado en la antología Viajes en el tiempo de la editorial El gato descalzo.


Estás decidido, no puedes continuar por más tiempo con la duda. Has viajado con tu revolucionario invento al antiguo Egipto y a la China de la dinastía Ming siendo testigo de grandes sucesos históricos, pero antes de continuar explorando el pasado has de resolver la cuestión. No puedes dejar de pensar en la famosa paradoja: ¿Qué pasará si viajas al pasado y matas a tu abuelo? ¿Desaparecerás?

Estás convencido de que no, pues si desaparecieras nunca habrías podido viajar al pasado para matarlo. Seguramente se producirá una escisión temporal, piensas, una realidad paralela o alternativa donde tú seguirás existiendo. Ha de ser así, sin duda, pero necesitas comprobarlo antes de dar a conocer al mundo la Cronoestación, como has bautizado a tu máquina del tiempo.

Te llamas Ethan, como él. El abuelo, te contó papá, insistió mucho en ello antes de morir a principios de los 90; la II Guerra Mundial y la Guerra de Corea dejaron mella en su salud y no llegaste a conocerlo.

Recuerdas el estuche de los revólveres que heredaste de tu padre y que él a su vez heredó del suyo. Papá siempre contaba que en la zona donde se crió el abuelo todo el mundo llevaba un arma al cinto, como en el viejo oeste.

Abres el estuche y admiras los dos Smith & Wesson que acaricias cuidadosamente, reparando en que uno se ve mucho más viejo que el otro. También hay un sobre cerrado con las palabras para Ethan escritas a mano, lo abres y ves un papel acartonado en su interior. Al extraerlo del sobre arrastra consigo otro papel más fino y doblado que cae al suelo. Lo recoges, pero lo dejas encima del estuche al identificar el que tienes en la otra mano: un billete de tren de Cheyenne a New York, para el 13 de agosto de 1946.

Sabes que el abuelo, arto del trabajo en la granja después la guerra, decidió ir a probar fortuna a New York donde conocería un año más tarde a la abuela. Que golpe de suerte, piensas, aparecerás allí unos días antes de que coja el ferrocarril.

Escoges el revolver mejor conservado, programas la Cronoestación con las coordenadas espacio-temporales, entras en el pequeño habitáculo y activas el salto con el diminuto dispositivo que también te permitirá volver cuando termine tu nueva aventura.

En la granja preguntas por Ethan identificándote como su primo y tras una breve charla te indican donde encontrarlo, en un campo a unos pocos kilómetros.

 Tras una hora andando te aproximas al lugar y al coronar una pequeña elevación del terreno distingues una silueta al otro lado: apenas a unos veinte metros de donde estás y medio de espaldas a ti, un hombre mira un papel que tiene en la mano.

Sacas el revolver con mano temblorosa, ahora es el momento, piensas. ¿Qué pasará? ¡Podría ser tu final, incluso el del mundo! Pero tu yo racional insiste en decirte que no pasará nada especial, y disparas.

El abuelo cae muerto y, como habías sospechado, tú todavía existes, pero a los pocos segundos tu sonrisa de satisfacción se transforma en un gesto de horror. ¿Qué has hecho? ¡Has cometido un asesinato! Decides ir a tu presente y programar de nuevo la Cronoestación para volver poco antes del disparo y evitarlo. Accionas repetidamente el dispositivo hasta que comprendes que no funciona. ¡La escisión temporal! No sólo no podrás corregir el crimen que has cometido, sino que también has quedado atrapado en el pasado.

 Te acercas al cuerpo del abuelo y ves que también lleva un arma. Al sacar el revolver de la cartuchera observas que es exactamente igual al que tu llevas, pero el suyo se ve mucho más nuevo. Te fijas en el papel que el abuelo sujeta aun en la mano: es el billete de tren para ir a New York. Tu mirada va alternativamente del billete a las armas… hasta que comprendes tu destino. Con cuidado abres los dedos de la mano del abuelo y coges el billete.

Te imagino ahora sentado, bastante desconcertado, mirando el papel que has recogido del suelo y que, espero que esta vez sí, has desdoblado y leído.

Muy afectuosamente,

Ethan



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